Con una trayectoria de 30 años en el mundo del turf, el cuidador, también rematador, cuenta su paso por diferentes etapas de trabajo desde su adolescencia hasta la actualidad, y rompe con todo mito de las timbas y apuestas asociado a un estereotipo de este deporte.

Como es muy común, en el interior de La Rioja, el fanatismo por deportes como el turf es casi inherente a una tradición familiar. Sea de una u otra forma aquella influencia latente se mantiene y en muchos otros casos es recibida por la compañía de alguien cercano. Fernando Banegas, a sus 47 años de edad, cuenta cada una de sus anécdotas que permitieron abrirle las puertas para este camino del turf, desde esa convicción gracias a su hermano cuando solamente tenía 17 años pasando por el cuidado de varios caballos importantes hasta un hecho accidental y decisivo que marco su trayectoria de rematador, suplantar a otro rematador.

Hombre de buena fe, atento y carismático, sería la posible descripción para un padre de familia que ha formado lazos tan grandes no solo en la provincia de La Rioja sino en el resto del país y que pretende dejar todo este contacto tan afectivo como herencia a sus hijos. Con un sentimiento de agradecimiento por cada momento vivido y los que aún faltan por vivir, entre un clima de sentimientos encontrados, Fernando comenta la historia de su vida y la formación de la gran familia turística.

¿Cómo fueron tus comienzos como cuidador?  Con respecto a mi inicio de cuidador empecé al lado de mi hermano, primero caminando a los caballos, y después comencé   con un caballito muy reconocido “Flor de Durazno”. Por ahí cuando escucho un chámame, mi alma se llena ya que me trae mucha nostalgia y, a partir de eso, evoco el momento del asesoramiento técnico de una persona que la quiero recordar y que también ha marcado un lugar en la historia del Turf de la Rioja, Lucho Sánchez el “Rengo” hombre oriundo de la provincia vecina de Córdoba que está radicado en la Capital y es casado con una riojana y tiene hijos. Con el apoyo técnico en ese tiempo, él estaba por una cuestión laboral de los caballos viviendo en Tama, y me asesoraba técnicamente, así aprendí muchas cosas de él. También aprendí de un hombre que aprecio mucho y llevo en el corazón, Don José Romero, quien en una época fue mi suegro, y si bien estoy separado, tengo una hija maravillosa, una nieta de Don José Romero. Ese hombre era muy ligado al turf, un hombre que hizo historia en   mi departamento.  Y cuando formé parte de su familia me preparo mucho porque era de esos cuidadores viejos de los cuales   no sabía mucho de   remedios, pero si tenía la chispa de las carreas viejas, de la picardía antigua.  Entonces a través del tiempo cuando uno comienza andar y a conversar con mucha gente que está destinada   a esto, uno va tratando de recopilar   lo mejor y te va dejando enseñanza, como la relación de amistad con don Ramón Arriba de Milagros, un hombre muy astuto en el turf, hombre que había corrido muchísimas carreas en su vida y tuve la oportunidad de conocer alguno de sus secretos. También en el tiempo me fui puliendo y llegue a lo que llegue cuidando caballos

¿Qué sentiste haber dejado un tiempo y retomar nuevamente?   Es cierto dejé por un tiempo, tuve un impase en mi vida, de no tener caballos o de dedicarme pura y exclusivamente a rematar carreas, pero hoy vuelvo con un caballo muy modesto, “Chiquito” y lo importante es que quiero estar en el ambiente, quiero seguir levantándome temprano, quiero seguir preocupándome por el animal y noto que me falta. Esto es una pasión, el que se forma como cuidador desarrolla una forma de vida, el día que no tiene un caballo es como si no tuviera nada, es como si le faltara todo, así que yo entiendo mucho a los cuidadores, la pasión que le ponen a las cosas, soy muy respetuoso de eso, de la gente que va arriba de un caballo, arriesgando la vida de las montas cuando estoy en las gateras y me toca inclusive hasta la actualidad. Debo llevar largada más de 500 carreras y siempre recomiendo y trato de cuidar a los jóvenes jockeys porque ellos arriesgan la vida por una pasión, así que trato de ser muy respetuoso con las personas que se sacrifican por un caballo.

¿Cuál fue tu gran satisfacción como rematador, como cuidador en estos años que llevas en el turf?  Siempre les digo a mis hijos que capaz ninguno siga lo que yo hago, o quizás no les guste, porque tampoco los puedo obligar a que hagan algo que yo hice, no es mi estilo, pero créanme a ellos   les voy a dejar las puertas abiertas en cada lugar de la provincia de La Rioja, en las provincias vecinas donde me conocen como persona, les voy a dejar las puertas abiertas de todo los vecinos y toda gente amiga que conozco. Y creo humildemente que la mayor satisfacción que tengo en esto es haber cosechado muchos amigos. La plata va y viene, puedo hacer muy buena plata rematando, muy buena plata largando, puedo tener el caballo más ligero y ganar muchas carreas, pero la gente que uno conoce que hace amistades, son relaciones imborrables, eso es impagable, las relaciones humanas son impagables, yo creo que la mayor satisfacción es haber conocido inmensa cantidad de personas en el camino, y de sentirme amigo y considerar amigos a todos los que conozco.

¿Cómo rematador, cuál fue el hipódromo que más te llenó el alma? Me ha tocado la suerte de haber estado en lugares muy importantes ante muchísima gente, pero creo que hay algo que me marcaba a mí porque recién empezaba como rematador. Siempre voy a agradecerle a Carlos Fabri de Valle Fértil, que en ese tiempo estaba en la comisión del Jockey Club de San Juan, y me dio la posibilidad de ir a rematar en un clásico sarmientino. La primera vez me toco 8 mil personas, estaba muy nervioso, pero me baje con la satisfacción de que varios medios de comunicación, incluso el Diario de Cuyo me hizo un reportaje por lo llamativo que era mi estilo.  Quedo en mis recuerdos como una de las mejores experiencias de mi vida.

¿Qué mensaje dejarías para el público lector, tanto para los interesados en el turf como aquellos que no lo conocen?   Lo más importante de esto es que uno si bien en  las carreras, puede tener discusiones, entre dichos por un montón de cuestiones, pero a la larga y a la corta el mundo del turf hace que seamos una gran familia, que todos los fines de semana del mes, nos juntemos, nos saludemos, compartamos un asado y nuestros gustos por las carreras de caballos. Una persona que nunca fue a las carreras, va ver que sanará su alma porque realmente descomprime. En algunos deportes que son populares como el futbol, la seguridad y el respeto no son los mismos que el que se da en las canchas de caballos. La gente burrera es educada, paciente, y dan ganas de compartir y de esas cosas, me siento orgulloso de estar en este mundo. Invito a las personas que no vinieron nunca a que aprecien esto, somos burreros, pero con muy mucha honra.